Encuentro en la edición online de la publicación Letras Libres un interesante trabajo del escritor y periodista Rodrigo Fresán (Vidas de Santos, Mondadori 2005) sobre Paul Auster, en la que el autor intenta desentrañar la esencia del universo austeriano, de su inexplicable adicción en forma de bucle (leer a Auster te da más ganas de leer a Auster; algo similar a lo que ocurre con la Coca-Cola, según su ejemplo) y de sus conexiones con el resto de los planetas de su galaxia: Beckett, DeLillo, Kundera, Coetzee, entre otros. Dos píldoras que me parecen interesantes:
1. "Auster cree en un orden secreto de las primeras cosas, en una melodía de lo fortuito, en una trama en la que toda existencia puede llegar a ser una buena historia si se la lee con cuidado y sin prejuicios. De ahí que entrar a cualquier libro de Auster signifique, también, entregarse. No resistirse a la idea de que todo está relacionado y aceptar que lo que proponen y ofrecen sus ficciones es, en realidad, una tan inquietante como consoladora certeza de que no hay nada más previsible que lo imprevisible o, si se prefiere, nada más imprevisible que lo imprevisible. Así, los libros de Auster son libros que nos obligan a creer, sin esfuerzo alguno, en un mundo según Auster".
2. Cabe pensar que buena parte del atractivo que ejerce Paul Auster sobre sus lectores –que son legión en Francia y en España y en Argentina y en buena parte de Latinoamérica– pasa porque sus argumentos, siempre, están apoyados sobre la idea de un destino al que puede afinarse y ejecutarse como si fuera un instrumento y cuya partitura, por una vez, resulta engañosamente fácil. Digámoslo así: Auster escribe claro sobre asuntos difíciles, Auster cubre temas complejos con historias atractivas y que parecen arrastrar al lector, sin pausa, hasta la última página. Alguna vez lo afirmé y vuelvo a decirlo aquí: Auster, como la Coca-Cola, refresca mejor.
Y 3. Termino de leer la recién aparecida Travels in the Scriptorium, título similar al de una de las películas desaparecidas de Héctor Mann en El libro de las ilusiones. Una hermética y breve novela con hombre prisionero (que recuerda un tanto a la Mantissa de John Fowles) que es, según el propio Auster, “el libro más extraño que he escrito” y un decidido retorno a sus fuentes beckettianas con mucho de las atmósferas “cerradas” y “encerradas” de la Trilogía de Nueva York (1985-1986), El país de las últimas cosas (1987) y La música del azar (1990). Otro libro en el que los verdaderos héroes –más allá del Mr. Blank protagónico– son los libros, el acto mismo de escribirlos y la forma en que leer equivale a ver.
1 comentario:
Me encantan sus mundos...tanto que ya me he leido casi toda su obra!!! No puedo dejar de leer sus libros una y otra vez, nunca me habia passado nada parecido!!! Sus dos ultimas novelas me las he leido en ingles por no tener que esperar a la impresion y traducción en España...
He descubierto tu blog hoy i me ha impresionado, se va directo a mis favoritos!!! Felicidades!!
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