El escritor de Brooklyn Jonathan Safran Foer (Todo está Iluminado, 2002; Tan fuerte, tan cerca, 2005) abrió su colección páginas en blanco de casualidad, gracias al regalo de un amigo encargado de archivar los escritos y material bibliográfico de Isaac B. Singer tras la muerte del autor judío. Le hizo llegar la primera hoja de una libreta sobre la que, previsiblemente, debía haber escrito Singer de continuar su producción literaria. A Safran Foer le pareció un divertido regalo, pero con el tiempo le cautivó. Acabó colgando el folio en su estudio para observarlo en sus ratos de descanso, precisamente cuando debía enfrentarse a su propia hoja en blanco en la máquina de escribir. Y amasó la idea de formar una colección de páginas vírgenes de sus escritores favoritos.
Safrn Foer lo cuenta en un artículo publicado originariamente en la revista Playboy y que he localizado en Der tagesspiegel Online. El escritor pidió su "próxima hoja en blanco" a literatos como Susan Sontag, Paul Auster, Haruki Murakami, Arthur Miller, David Grossman, Richard Powers, John Barth o Zadie Smith, que le enviaron el extraño artículo maravillados ante las posibilidades metaliterarias de un objeto así. Auster envió un folio de papel grafito; Sontag una octavilla con su nombre impreso de un formato más pequeño que el estándar, Barth una infantil hoja de cuaderno de tres agujeros. Safran Foer liberó su imaginación y vio en ellos "ninguna palabra, pero a la vez todas aquellas que quedan por escribir". En algunas de las hojas aún se apreciaban los trazos escritos sobre la cuartilla superior, que desaparecieron en unos días: eran "palabras fantasma".
Entrevista en The Portland Mercury
El ensayo
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1 comentario:
Qué buena historia.
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