La hija del escritor y reciente Príncipe de Asturias de las Letras Paul Auster es, a sus 19 años recién cumplidos, una auténtica caja de sorpresas. Tiene disco en el mercado («Actes sud», con colaboraciones de lujo como Guillaume Apollinaire, Tristán Tzara, además de su padre), le apasiona el cine, donde ya ha hecho sus pinitos, siempre con su padre -«Lulú on the bridge» (1998) y «La vida privada de Martin Frost» (de próximo estreno)-, y estudia literatura (la herencia genética también viene de su madre, Siri Hustvedt, que conoció al escritor en plena tesis sobre Charles Dickens). Pero también, siempre que puede, se saca sus extras haciendo de modelo, que hechuras y guapuras no le faltan. Y no rehúsa de su antigua fama de juerguista consumada. No es de extrañar, viviendo en Park Slope, la parte más bohemia (y también adinerada) del neoyorquino Brooklyn, donde cohabitan «piezas» del calibre de Lou Reed, Spike Lee o Harvey Keitel. Así, es fácil perderse, intempestiva, y buscar un taxi de vuelta a la mansión paterna cuando las luces del sol le dicen que es de día.
La pequeña Sophie, libro abierto donde los haya, podría vivir incluso de las rentas familiares, pero, aunque le cueste centrarse en la vida, sí tiene claro que quiere ser artista: en su caso un ejercicio de supervivencia desde pequeña. «Los niños y los profesores se metían conmigo. Quizá por mis padres o por tener tan claro que quería ser artista», ha dicho recientemente. Quizá también por el duro trago que pasó por la anorexia, para intentar acabar de cerrar ese círculo imposible de conocer a la bella hija de uno de los escritores más relevantes de la actualidad.
Reseña del álbum 'Sophie Auster'
No hay comentarios:
Publicar un comentario